Breves: el bipartidismo del siglo XIX en Montilla

(Fotografía de la Plazuela de la Inmaculada a principios del siglo XX, tomada del BIM Jul. 2011)
La Ley de Ayuntamientos de 1845, promulgada años después de la llegada al trono de Isabel II, supuso un nuevo sistema de elección de corporaciones locales que, groso modo, vinculaba el nombramiento del alcalde a la decisión directa de la propia Corona o, en su defecto, de instituciones dependientes del Gobierno central. Ello implicaba un asfixiante control de la opinión pública y una manipulación interesada de las elecciones.
Esta fue la principal circunstancia por la que se llegó al llamado bipartidismo (en una concepción muy diferente a la que utilizábamos contemporáneamente hasta hace escasos años para definir la escasa relevancia de partidos minoritarios a finales del siglo XX y la primera década del XXI) y a un sistema de alternancia política entre el Partido Moderado y la Unión Liberal que, evidentemente, afectó también a la vida política municipal.
Entre 1843 y 1868 gobernaron Montilla quince alcaldes diferentes, siete de ellos en más de una ocasión. Destaca Manuel Benítez Zafra, médico moderado, que accedió a la Alcaldía en cinco ocasiones. Durante el período isabelino, Francisco Muñoz-Repiso del Río, progresista, fue el alcalde de más edad, aunque su mandato apenas duró diecinueve días en julio de 1843; Juan Mariano Algaba y Trillo, abogado de 32 años e igualmente progresista, fue el más joven en acceder al cargo, en 1856.
Situación polémica se vivió en 1864, tras ser cesado el gabinete del unionista Aguilar-Tablada el 28 de octubre ante las denuncias y acusaciones de malversación de fondos y fraude electoral. Después de una oleada de protestas, recursos y descontentos por parte de los concejales cesados, la Audiencia de Sevilla los absolvió de los delitos imputados y anuló la primera destitución, con lo que Montilla se encontró circunstancialmente con dos corporaciones “legales”.
Destacan en aquellas convulsas jornadas las palabras del periodista don José María de Aguayo y Trillo, sobre las características que debe poseer el futuro alcalde de Montilla.
«[…] Para ello es indispensable que el hombre que se ponga al frente de esta Administración sea un buen patricio,es decir, que una vez y otra tenga probado su amor al pueblo en que nació, que comprenda sus necesidades y que acierte con los medios de remediarlas; se necesita también que sea inteligente y puro, y que no se halle ligado con partido ni camarilla alguna».
26 de octubre de 1864 (Diario de Córdoba).