Montilla y sus vinos en la literatura

Portada de «Vinos de España», de Joaquín Belda. Ilustración de Ramón Puyol.


A lo largo de la historia, sobre todo desde mediado el siglo XIX, son muchos los escritores que se han referido a nuestra ciudad, Montilla, y sus vinos, en sus obras. Repasamos aquí una breve pero curiosa selección entre los que figuran, cómo no, «El Barril de Amontillado» de Poe o algunos párrafos de Varela, Belda, Baroja o Merimée.

Edgar Allan Poe

Corría el año 1846 cuando Edgar Allan Poe publicó el cuento “The Cask of Amontillado” (El Barril de Amontillado). Prácticamente en pleno inicio de su declive vital, el genial literato de Boston nos regaló este cuento de suspense incluido en el libro “Godey´s Lady´s Book”.

«—Mi querido Fortunato —le dije—, ¡qué suerte haberte encontrado! ¡Qué buen semblante tienes! Figúrate que acabo de recibir un barril de vino que pasa por amontillado, pero tengo mis dudas.
—¿Cómo? —exclamó Fortunato—. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y a mitad de carnaval…!

—Tengo mis dudas —insistí—, pero he sido lo bastante tonto como para pagar su precio sin consultarte antes. No pude dar contigo y tenía miedo de echar a perder un buen negocio.
—¡Amontillado!

—Tengo mis dudas.
—¡Amontillado!
—Y quiero salir de ellas.
—¡Amontillado!

—Como estás ocupado, me voy a buscar a Lucresi. Si hay alguien con sentido crítico, es él. Me dirá que…

—Lucresi es incapaz de distinguir entre amontillado y jerez.»

Con la bodega como enclave de la historia, el protagonista usa el vino amontillado y la vanidad de su adversario como cauce para vengarse de este.

Podéis leer el relato completo aquí.

 

Joaquín Belda

Un viaje gastrovinícola por la geografía española del polémico periodista, humorista y escritor erótico Joaquín Belda se convirtió en un curioso libro editado en 1929, “Vinos de España”, cuya edición digitalizada se encuentra disponible en ese gran repositorio que es la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico. Con un soberbio dibujo de portada del genial artista andaluz Ramón Puyol, el libro dedica varias páginas a las bodegas Alvear, Navarro Salas y Cobos Ruiz, cada una con sus más afamados vinos…

«[…] rara vez se pasaba por la calle y se veía desierto el salón. Sobre la mayoría de las mesas, cualquiera que fuese la hora, se veía la media botella -el medio- de «Los Manueles», del «S.O.S.» de Alvear o de un vino viejo de Navarro Salas.

Porque el montillano es fiel a su vino: en pocos sitios se ve una compenetración tan perfecta y de todos los momentos entre el producto de las propias viñas y la buena gente que entre ellas vive.

Yo no he visto a nadie en Montilla ¡ni una sola vez! beber esa irrisión de confitería de vanguardia a la que llaman cock-tail.

Si lo hubiera visto me hubiera echado a llorar».

Cartel publicitario de Bodegas Cobos. Fino «Los Manueles» y «Fino Pompeyo». Fuente: https://aznalfarache.blogspot.com/

Pío Baroja

El genuino miembro vasco de la Generación del 98 dedica múltiples alabanzas al vino montillano en su novela «La feria de los discretos», donde se evade de sus habituales lugares narrativos para situar la acción en la Córdoba de 1868, previa al derrocamiento de Isabel II.

Léelo completo en este enlace, en formato pdf.

[…]

Este caballero –é indicó á Quintín– es un valiente á quien he tenido el gusto de conocer esta noche por una confusión. El señor –y señaló al de las melenas –es don Gil Sabadía, la única persona de Córdoba que sabe la historia de todas las calles, callejuelas y rincones de la población.

No tanto, hombre, no tanto –replicó don Gil sonriendo.

Lo que usted no sepa –repuso Pacheco- no hay nadie que lo sepa en Córdoba. Bueno. Si las niñas y ustedes quieren tomarse una botella de Montilla del superior, yo convido.

Aceptado.”

 

Juan Valera

El Cautivo de Doña Mencía” relata una historia a través del fortuito descubrimiento del narrador de un libro próximo a publicarse. En él, y dentro de la rivalidad entre Don Alonso de Aguilar y Don Diego Fernández de Córdoba, este último confía la custodia del cautivo Gonzalo Fernández de Córdoba  a su prima doña Mencía, en el castillo al que daba nombre siendo alcaidesa.

De vida recluida y apenas con vida social desde la muerte de su esposo, se nos dibuja la figura de doña Mencía en un cuentecillo que nos relata la historia de amor platónico entre el Gran Capitán y Doña Mencía.

«Gonzalo Fernández de Córdoba se hallaba de paso para Granada, en la ciudad que se honra con darle su nombre por apellido.

Todos los ensueños de doña Mencía se habían realizado. Estaba él cubierto de gloria, era llamado el Gran Capitán. Su nombre se pronunciaba y se oía con respeto en todas las regiones de Europa. De él había dicho el más discreto y perfecto caballero cortesano que en aquella ciudad tuvo Italia, que «en paz y en guerra fue tan señalado, que si la fama no es muy ingrata, siempre el mundo publicará sus loores y mostrará claramente que en nuestros días pocos reyes o señores grandes hemos visto que en grandeza de ánimo, en saber y en toda virtud no hayan quedado bajos en comparación de él». Él había combatido a los portugueses en Toro, a los muslimes en Granada, en las Alpujarras a los moriscos rebeldes, en Ostia al más feroz de los piratas, al turco en Cefalonia y en Italia a los franceses, desbaratando sus ejércitos, venciendo a sus reyes y más ilustres caudillos y ganando para España lo más hermoso de aquella península. Había adquirido y prodigado inmensas riquezas, había ganado como trofeo de sus victorias más de doscientas banderas y dos estandartes reales, y había conseguido que le celebrasen y admirasen en toda España, así en Aragón como en Castilla.

Víctima ya de la suspicacia, y tal vez de la envidia del rey, se retiraba harto desengañado a sus dominios de Loja, después de haber visto arrasada la fortaleza de Montilla, que fue su cuna, y castigados con dureza no pocos de sus parientes y amigos.

Se cuenta que Gonzalo visitó un día a su anciana parienta doña Beatriz Enríquez, que había sido amiga del ya difunto almirante don Cristóbal Colón, a quien retuvo largo tiempo en España, a pesar de los desdenes de la Corte.»

El Gran Capitán, recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola. Autor: Federico Madrazo. Puede contemplarse en el Museo del Prado.

Prosper Mérimée

Parece que este francés experto en historia, arqueología y filología se inspiró, a mediados del siglo XIX, en un texto ruso para escribir Carmen, la célebre novela que narra las peripecias y amoríos de una mujer gitana con Don José, militar navarro. Siguiendo el modelo de novela-crónica de viajes y dentro del romanticismo costumbrista de la época, Merimée nos muestra un amplio espectro de la sociedad andaluza, desde Sevilla a Córdoba, a través de una femme fatale que se convirtió con el paso de los años en todo un símbolo de la literatura.

«La cena fue mejor de lo que esperaba. Nos sirvieron, en una mesita de un pie de altura, un gallo viejo guisado con arroz y muchos pimientos, después pimientos en aceite y para terminar gazpacho, especie de ensalada de pimientos. Tres platos tan condimentados nos obligaron a recurrir frecuentemente a una bota de vino de Montilla que encontramos delicioso.»

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