Grupo de viviendas “Gran Capitán”: el origen del Barrio

Plazoleta ajardinada en Grupo Gran Capitán (Calle Teresa Casas / Inca Garcilaso). Años 60

Decía Rem Koolhaas que “un edificio tiene dos vidas, la que imagina su creador y la vida que tiene”. Es indudable que algunos espacios han evolucionado notablemente en el tiempo, modificando sus intenciones. En cualquier caso, no cabe duda de que Ángel Marchena no podía imaginar cuánto cambiaría la vida de los primeros moradores de su obra prima en Montilla: “148 viviendas, ermita y casa para el santero”.

 

Hacia finales del siglo XIX, Montilla tenía sus límites urbanos fuertemente marcados: al Este, la red ferroviaria trazaba una frontera artificial y rotunda; al Norte y el Oeste, la pronunciada pendiente de las laderas del Castillo y la salinidad de las aguas encontradas en la salida hacia Espejo impidieron desde el siglo XVI una salida digna al aumento de la población; al Sur, finalmente, la Puerta de Aguilar daba fin al municipio abriéndose, no obstante, una vasta extensión de terreno llano y con buena comunicación.

Ese límite artificial impuesto al sur de la ciudad lo marcaban, desde el primer tercio del XIX, unos arcos construidos justo a la entrada del núcleo urbano, que hacia el final de siglo se sustituyeron por otros de apariencia mudéjar y que los montillanos y montillanas guardamos en nuestra memoria. El camino que conectaba esta entrada con el Pago de Carrerón, por donde poco después transcurriría la carretera que unía Córdoba y Málaga, era una alameda rodeada de viña y algún edificio de faena agrícola. En esta lengua de tierra destacaba la ermita de las Mercedes, levantada a principios del siglo XVII y en ese momento muy deteriorada.

Ya en 1848, siendo Alcalde José Salas Espejo y con la construcción de la carretera y sus ramales urbanos en pleno proceso, se decide proyectar un paseo público, que finalmente tomó el nombre de “Las Mercedes” por la ermita que, ya arruinada y demolida, dejaba paso a un lugar de esparcimiento y sosiego de la población. Al otro lado de los arcos, la escasez de viviendas y la precariedad de las existentes suponían un problema que se agravaría a principios del siglo siguiente.

Evolución Barriada del Gran Capitán o «de las Casas Nuevas». Imagen 1: Vuelo Americano 1956. Imagen 2: Ortofoto 1977-1983

El higienismo urbano de principios del XX: la vivienda social

Desde finales del siglo anterior, pero sobre todo en las primeras décadas del XX, el problema de la escasez de vivienda era evidente en la sociedad montillana. Numerosas familias malvivían hacinadas en escasos metros, muchas compartiendo apenas una habitación para varios miembros y habitualmente en condiciones de salubridad e higiene bastante deplorables. La historiadora montillana Josefa Polonio recoge en su profunda y amena publicación sobre vivienda social[i] la queja del Alcalde de barrio Antonio López Merino en 1901: “la salubridad de las viviendas es nula. No hay servicios higiénicos, los caños están rotos, los cerdos viven con la gente y son enterrados en los patios si mueren de enfermedad […]”.

A nivel nacional, tras varias intentonas fallidas a finales del XIX, en 1903 se crea el Instituto de Reformas Sociales, que impulsa en 1911 de la primera Ley de Casas Baratas y un posterior desarrollo legislativo muy tímido que, no obstante, no tienen apenas repercusión en nuestra localidad. Tampoco las medidas subvencionadoras de Primo de Rivera ni el impulso cooperativista o la Ley Salmón de la Segunda República se vieron reflejados en Montilla. Sí marcaron huella, quizá por lo institucionalizado del sistema y el carácter imperativo del momento, las políticas nacionalsindicalistas del período franquista: Instituto Nacional de la Vivienda, Obra Sindical del Hogar, Patronato Francisco Franco, etc., auxiliadas por las actuaciones de las Diputaciones provinciales en el desarrollo del urbanismo y la vivienda.

 

Gran Capitán, el germen del Barrio de las Casas Nuevas

Como hemos visto, desde el siglo XIX y hasta principios de los años 40 del XX, los sucesivos Arcos de la Puerta de Aguilar marcaban el fin de la “civilización” montillana. Más allá de aquella icónica y anacrónica construcción de finales del XIX que marcaba el inicio del camino a la vecina población de Aguilar de la Frontera, apenas encontrábamos el paraje periurbano del Paseo de las Mercedes y un puñado salpicado de pequeñas fábricas y talleres que convivían con viña, tierras baldías y alguna edificación asociada al campo. Y bodegas, cómo no; algunas de las cuales se mantienen erguidas como verdaderos templos del Barrio de las Casas Nuevas.

La primera urbanización de edificios residenciales destinados a vivienda que se proyectó en Montilla más allá de los hoy desaparecidos Arcos de la Puerta de Aguilar fue el grupo “Gran Capitán”, formado por casi centenar y medio de casitas modestas, de sobria fachada y cuidada ordenación; junto a la ermita de las Mercedes y la vivienda de su titular, que durante muchos años fue el popular párroco Don Antonio Gómez.

Trazado urbanístico del Grupo Gran Capitán, la primera urbanización del barrio homónimo; de Ángel Marchena. Archivo Municipal de Montilla.

Para ello, la Obra Sindical del Hogar solicitaba en los inicios 1942 al Ayuntamiento la cesión de terrenos a fin de construir un grupo de viviendas sociales. En sesión capitular de 23 de marzo de 1943, el Ayuntamiento acuerda la cesión a la Delegación Nacional de Sindicatos de los terrenos propiedad de Ángel Méndez, que a su vez los acababa de comprar al bodeguero local José Jaime Ruz Raigón y “su señora esposa”. Se acordó, igualmente, el plazo de cuatro años para la reversión de los terrenos al Ayuntamiento, en caso de que las obras no estuviesen construidas.

Emplazados en los sitios del Canillo, Llano Ríos y Las Mercedes, estos terrenos de 36.732 metros cuadrados por los que se pagaron casi 300.000 pesetas constituirían el germen del barrio más populoso de Montilla, al que terminarían dando nombre homónimo, pese a que toda la ciudadanía denominaba la moderna zona, simplemente, como Las Casas Nuevas.

En la documentación contenida en el Archivo Municipal de Montilla, en un primer momento se nombraba este proyecto como Grupo de Viviendas “Gran Capitán”: ciento cuarenta y ocho viviendas, Iglesia y casa para el santero; más adelante “desaparece” del subtítulo esta última edificación, aunque sí se proyectó y construyó junto a la ermita de Nuestra Señora de Las Mercedes, santo y seña de la urbanización.

 

El proyecto de Ángel Marchena

En 1943, recién titulado y colegiado su redactor, se presentó un primer anteproyecto para estas viviendas. Firmaba el arquitecto cacereño Ángel Marchena Rodríguez, cordobés de adopción. Entre sus obras más destacadas habría que destacar, por emblemática, la sede de la Delegación de Hacienda en la Avenida del Gran Capitán de la capital cordobesa, cuya fachada ha sido sustituida en los últimos años.

En 1944, con el proyecto final redactado junto a Carlos Fernández de Castro (entonces Jefe Provincial en Jaén de la Dirección General de Regiones Devastadas), la Obra Sindical del Hogar licitaba la construcción de estas viviendas, acogidos al régimen de vivienda protegida del Instituto Nacional de la Vivienda, sobre una superficie de terreno cercana a 37.000 metros cuadrados que el propio Ayuntamiento había adquirido y cedido para el proyecto. Se adjudicó al constructor e ingeniero industrial Benito Fábrega Valls, por un importe algo inferior a los 3 millones de pesetas y un plazo inicial de construcción de 18 meses. El 21 de mayo de 1944[ii] se coloca la primera piedra del barrio, con su correspondiente celebración.

El 15 de octubre del 49, con el retraso sospechado, se dieron por concluidas las obras, aunque ya en julio del 48 se entrega un primer lote de 32 viviendas. La demora en el proceso de construcción provocó el encargo al arquitecto José Romero Rivera del informe/proyecto “Primera Revisión de Precios” durante ejecución de las obras, para justificar el incremento en los costes de la obra.

 

Tras la euforia inicial: los problemas de las casas

Pese a las sensatas intenciones de la idea inicial, las viviendas adolecieron desde primera hora de una serie de problemas, como la mala ejecución de la cimentación, que provocaba un exceso de humedad en las viviendas; el dudoso acierto en la elección de materiales, que llevaba a roturas estructurales y fallos en revestimientos e instalaciones de los edificios; o la inacabada conexión de la red de alcantarillado con el colector general, llegando al punto de entregar las primeras viviendas con desagüe a una fosa séptica provisional.

Víctor Escribano Ucelay, Arquitecto Municipal de la capital cordobesa, fue el encargado de dirigir algunas reparaciones generales en las edificaciones, tras las mencionadas deficiencias y modificaciones necesarias sobre el planteamiento inicial de Marchena. Escribano, de quien hablaremos en artículo aparte, puso su firma en otros icónicos edificios del Barrio, como los del Grupo San Francisco Solano y las diferentes fases del Patronato Felipe Rinaldi.

Así, en noviembre de 1954, y reiterado en abril de 1955, el BOE recogía la subasta para realización de “obras de construcción de reparación general del grupo Gran Capitán, de 148 viviendas y ermita”. Manuel Maiz Cruz fue el encargado de ejecutar estas reparaciones por algo menos de 2 millones de pesetas. El contratista local Marcelo Raya Córdoba se encargó, por su parte, de acometer las conexiones de la red de alcantarillado.

 

El Barrio: la modernidad llega a Montilla

En las mismas fechas que se construían estas casas nuevas, el Paseo de las Mercedes, entonces de Canis Matute, iba remozándose y ampliando sus dimensiones, hasta convertirse en el principal pulmón de la ciudad. Del pozo situado en su interior se obtuvo en 1948 el suministro de agua para el Grupo “Gran Capitán”. El fenómeno de especulación originado con la adquisición de terrenos por parte del Ayuntamiento para la conversión de suelo rústico en trama urbana es digno de un estudio ex profeso. Baste aquí reseñarlo como uno de los aspectos más significativos en los orígenes de esta expansión.

Rafael Ruz Requena inaugurando un pozo de abastecimiento de agua en el Paseo de las Mercedes. Fuente: «Montilla 1950-1975; Entre la Historia y la Memoria», Julián Ramírez.

Se echó en falta en la creación del Barrio una mayor planificación más allá del uso residencial: este proyecto no contemplaba la construcción de locales comerciales, por lo que los vecinos se las ingeniaban para vender productos básicos en sus propias casas, teniendo en cuenta la lejanía del casco urbano de la ciudad. En cualquier caso, con su sencillez y modesta arquitectura, las “casitas” del Barrio aportaron a la ciudad un toque de orden y planificación urbanística: calles en retícula, anchas y de aceras impolutas, alineaciones simétricas y amplios jardines en forma de plazoleta, donde los más antiguos del lugar recordarán las incipientes moreras.

Dos tipologías de vivienda en estas inmaculadas calles para paliar las necesidades de jornaleros y proletarios urbanos, cada uno con sus propios problemas. Viviendas que, en cualquiera de los casos, contaban con espacios adaptados a la realidad del momento: pozo para abastecimiento de agua, corral para pequeños animales y estancias más que decentes. Sin saberlo, Ángel Marchena estaba poniendo la primera piedra de la modernidad en Montilla. La Barriada del Gran Capitán, Las Casas Nuevas, nacía con este proyecto, que a la postre daría nombre a todo el Barrio.


Notas:

[i] POLONIO ARMADA, JOSEFA: “Evolución urbana y vivienda obrera en Montilla. 1900-1975”; Asociación de Estudios de Ciencias Sociales y Humanidades (2005)

[ii] DE CASTRO PEÑA, INMACULADA, en “Llano Ríos y las Mercedes: El Barrio”; Asociación de Vecinos del Barrio Gran Capitán (2006)

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